
Hacía mucho tiempo que no escribía, y es que aproximadamente desde Mayo he tenido una agenda repleta de sesiones de fotos y reportajes (los que me sigáis en Instagram os haréis una idea); pero eso son otras historias que os contaré más adelante, y es que en Agosto sólo apetece hablar de una cosa: las vacaciones.
En mi caso hace unos días que he vuelto a la rutina, pero como aún estoy con el síndrome postvacacional recuerdo todos los días el estupendo viaje que hicimos mis amigas y yo con un motivo tan bueno como otro cualquiera para viajar: cumplir todas este año 30 años.
El destino elegido para esta celebración de cumpleaños tan especial fue Portugal, en concreto Lisboa y Sintra, esta última Patrimonio de la Humanidad por sus parques naturales, palacios y castillos. Todas quedamos de acuerdo de que fue un viaje fantástico, la comida espectacular, los paisajes y las vistas increíbles...
Pero, para este viaje decidí llevarme la Minolta de mi padre con tres carretes Kodak Portra400 en la mochila, ¿por qué? Porque necesitaba evadirme de la instantaneidad de lo digital, del disparar por disparar, y pararme a disfrutar de las calles, olvidarme del móvil por unas horas y, en el momento en el que lo viera conveniente, entonces sí, enfocar y disparar.... y olvidarme hasta que lleguen las fotos reveladas.
Llegar a casa, ir la laboratorio, esperar unos días, y de repente, ¡aquí están! había muchas fotos que no recordaba haberlas hecho, y otras me las imaginaba muy distintas.... quizá el resultado no es perfecto en un sentido estricto, pero es perfecto para mí. Y esta es la razón por la cual a veces dejo la cámara digital en casa y me voy a comprar un carrete: para disfrutar del momento.
Los carretes han sido revelados en Carmencita Film Lab, en Valencia.
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